miércoles, diciembre 29, 2004
Fotos de Aloras en Colombia
A partir de hoy estarán disponibles las fotos que tomé durante la última gira de Gonzalo Aloras en Colombia, en la lista de vínculos de la derecha. Y tal vez este sea el artículo más corto que he publicado hasta ahora. Ahí perdonan.
sábado, diciembre 25, 2004
Observaciones de la misa de Navidad
Creo que no he asistido a más de diez misas en el último año. La memoria, como siempre, me falla. Cuando estaba en el colegio asistía a una misa al mes, por lo menos, y no todas las veces por voluntad propia. Antes de eso, antes de mi primera comunión y de la época de bachillerato, solía ir a la iglesia con mi familia todos los domingos. Además de cansarme por estar de pie, las misas parecían durar seis horas y yo no entendía la razón por la cual teníamos que ir con tanta frecuencia a algo de cuyo sentido no habíamos sido bien informados. La tradición, tal vez. Mis abuelos, como los de la mayoría de la gente, siempre han sido muy religiosos.
Hoy estuve en la misa de seis de la tarde, en un pueblo que está a pocos minutos de la ciudad si el carro es manejado por mi papá. Era la misa del día de Navidad, (a la que voy cada año, generalmente con toda mi familia), y por alguna razón empecé a fijarme en cosas que había dejado pasar por alto antes. Quizá mi capacidad de observación se ha ido agudizando con el ejercicio del periodismo, aunque puede que haya sido pura casualidad. Durante la misa me sobrecogió un sentimiento de arrepentimiento por no haber tenido una libreta de apuntes, pero dudo que hubiera podido escribir algo durante la ceremonia de todos modos.
Trato, entonces, de recordar todos los detalles para sacármelos de la cabeza y escribirlos acá. Como era un día dizque especial, había un coro de niños en la iglesia del pueblo. Yo no me di cuenta de que era en vivo hasta el final, porque un pesebre gigante los tapaba y yo, desde donde estaba sentado, no los veía.
Cómo habrían cantado de bien, que todo el tiempo creí que era una grabación. La música no era lo mejor del mundo (era MIDI) pero cumplía su función de acompañar al coro. Lo que sí era terrible era la voz de una anciana menudita que estaba en la banca de mi derecha. No podía haber estado más desafinada. Tanto, que me retumbaba la horrenda disonancia en el tímpano. Supongo que ella cantaba con todo el corazón, pero sin nada de oído. Por ahí dicen que la intención es lo que cuenta.
Sumado a la desgracia del desafine, estaba el extraño acento del sacerdote. No pude detectar el lugar de su nacimiento a partir del acento porque, si bien hablaba relativamente bien el español, la forma de hablar parecía una mezcla entre portugués, ruso y francés. A eso hay que agregarle el planísimo tono de voz con el que habla la mayoría de los religiosos, que le quita todo rastro de emoción a las celebraciones. Hay algunos que le ponen un poco más de ánimo a la cosa, y en muchos casos terminan saliendo en televisión.
Vino la lectura de los evangelios y, con ella, más dudas. Una habitante del pueblo, supongo, leía: "tañed la cítara para Dios..." o algo así. Yo me pregunté cuántos de los asistentes habrían de entender siquiera la mitad de las palabras empleadas en esos pasajes que se leen en la eucaristía. Curiosamente, la que leyó estaba sentada junto a la anciana destemplada.
No es raro ver gente de edades muy diferentes: niños y ancianos, de todas las clases sociales, reunidos bajo el mismo techo durante poco menos de una hora. Lo que me hizo pensar en ese detalle fue la ininterrumpida voz de un párvulo que hablaba todo el tiempo sin importarle un plátano que fuera el sacerdote o el mismísimo Papa quien estuviera hablando al mismo tiempo que él. Obviamente, nadie que no fuera los padres del niño podía mandarlo a callar, ni siquiera por medio de los frustrados intentos de ellos para que se quedara en silencio. Me parece que preguntaba "¿cuándo nos vamos de acá?" a todo pulmón mientras el sacerdote recitaba de memoria alguna oración en voz baja. El eco de la capilla no ayudaba a hacer menos incómoda la situación para quienes estaban concentrados.
Después del sermón (durante el cual me hice el firme propósito de determinar la nacionalidad del sacerdote, pero fracasé), vino la recolección de los diezmos. Creo que así se llaman. En fin, es una señora que pasa pidiéndoles dinero a los feligreses. Yo no tenía nada en los bolsillos y había dejado la billetera en otros pantalones, pero apenas sí se detuvo a mi lado la señora en cuestión. Nunca he sabido qué pasa con ese dinero y tampoco me he preocupado por preguntar. Prefiero crearme ideas descabelladas en la cabeza, y darle espacio a la imaginación. No voy a hacer públicas mis conjeturas en el blog, para permitirle a usted sacar unas propias.
Finalmente, se me ocurrió que San Nicolás es más humano que el niño-Dios del que tanto se habla en Navidad. Tal vez porque hubo más pruebas históricas de su existencia y porque pertenece a un tiempo más reciente que la arcaica era de Jesucristo. No tiene una comunidad de seguidores cuya fe ciega se basa en las creencias de una cultura antiquísima. Puede que esté equivocado, pero no voy a extenderme en esa idea por el momento. Seguramente habrá quienes pisoteen y rechacen mis palabras, y no los culpo. Ahí perdonan.
Hoy estuve en la misa de seis de la tarde, en un pueblo que está a pocos minutos de la ciudad si el carro es manejado por mi papá. Era la misa del día de Navidad, (a la que voy cada año, generalmente con toda mi familia), y por alguna razón empecé a fijarme en cosas que había dejado pasar por alto antes. Quizá mi capacidad de observación se ha ido agudizando con el ejercicio del periodismo, aunque puede que haya sido pura casualidad. Durante la misa me sobrecogió un sentimiento de arrepentimiento por no haber tenido una libreta de apuntes, pero dudo que hubiera podido escribir algo durante la ceremonia de todos modos.
Trato, entonces, de recordar todos los detalles para sacármelos de la cabeza y escribirlos acá. Como era un día dizque especial, había un coro de niños en la iglesia del pueblo. Yo no me di cuenta de que era en vivo hasta el final, porque un pesebre gigante los tapaba y yo, desde donde estaba sentado, no los veía.
Cómo habrían cantado de bien, que todo el tiempo creí que era una grabación. La música no era lo mejor del mundo (era MIDI) pero cumplía su función de acompañar al coro. Lo que sí era terrible era la voz de una anciana menudita que estaba en la banca de mi derecha. No podía haber estado más desafinada. Tanto, que me retumbaba la horrenda disonancia en el tímpano. Supongo que ella cantaba con todo el corazón, pero sin nada de oído. Por ahí dicen que la intención es lo que cuenta.
Sumado a la desgracia del desafine, estaba el extraño acento del sacerdote. No pude detectar el lugar de su nacimiento a partir del acento porque, si bien hablaba relativamente bien el español, la forma de hablar parecía una mezcla entre portugués, ruso y francés. A eso hay que agregarle el planísimo tono de voz con el que habla la mayoría de los religiosos, que le quita todo rastro de emoción a las celebraciones. Hay algunos que le ponen un poco más de ánimo a la cosa, y en muchos casos terminan saliendo en televisión.
Vino la lectura de los evangelios y, con ella, más dudas. Una habitante del pueblo, supongo, leía: "tañed la cítara para Dios..." o algo así. Yo me pregunté cuántos de los asistentes habrían de entender siquiera la mitad de las palabras empleadas en esos pasajes que se leen en la eucaristía. Curiosamente, la que leyó estaba sentada junto a la anciana destemplada.
No es raro ver gente de edades muy diferentes: niños y ancianos, de todas las clases sociales, reunidos bajo el mismo techo durante poco menos de una hora. Lo que me hizo pensar en ese detalle fue la ininterrumpida voz de un párvulo que hablaba todo el tiempo sin importarle un plátano que fuera el sacerdote o el mismísimo Papa quien estuviera hablando al mismo tiempo que él. Obviamente, nadie que no fuera los padres del niño podía mandarlo a callar, ni siquiera por medio de los frustrados intentos de ellos para que se quedara en silencio. Me parece que preguntaba "¿cuándo nos vamos de acá?" a todo pulmón mientras el sacerdote recitaba de memoria alguna oración en voz baja. El eco de la capilla no ayudaba a hacer menos incómoda la situación para quienes estaban concentrados.
Después del sermón (durante el cual me hice el firme propósito de determinar la nacionalidad del sacerdote, pero fracasé), vino la recolección de los diezmos. Creo que así se llaman. En fin, es una señora que pasa pidiéndoles dinero a los feligreses. Yo no tenía nada en los bolsillos y había dejado la billetera en otros pantalones, pero apenas sí se detuvo a mi lado la señora en cuestión. Nunca he sabido qué pasa con ese dinero y tampoco me he preocupado por preguntar. Prefiero crearme ideas descabelladas en la cabeza, y darle espacio a la imaginación. No voy a hacer públicas mis conjeturas en el blog, para permitirle a usted sacar unas propias.
Finalmente, se me ocurrió que San Nicolás es más humano que el niño-Dios del que tanto se habla en Navidad. Tal vez porque hubo más pruebas históricas de su existencia y porque pertenece a un tiempo más reciente que la arcaica era de Jesucristo. No tiene una comunidad de seguidores cuya fe ciega se basa en las creencias de una cultura antiquísima. Puede que esté equivocado, pero no voy a extenderme en esa idea por el momento. Seguramente habrá quienes pisoteen y rechacen mis palabras, y no los culpo. Ahí perdonan.
sábado, diciembre 18, 2004
Diciembre y blogs
Me veo obligado a escribir, después de varias semanas, con varios motivos. Esta semana recibí varios mensajes de correo electrónico con comentarios acerca de mi blog (por fortuna, todos positivos). Uno de ellos decía que tal vez no muchas personas entendieran la idea de lo que es un blog, y no creí que tuviera mucha razón hasta que pude comprobarlo personalmente. Una amiga me dijo que no entendía bien el concepto. En vez de explicarle, la remití a la definición de Wikipedia.
Después de sentir la necesidad de construir una definición de blog para aquél a quien pueda interesarle, lo único que pudo desviarme de mi propósito fue el reconocimiento de los innumerables intentos que se han hecho para la misma finalidad. No hay una estandarización, y esa es una de las ventajas/desventajas que tienen tanto los blogs como la Internet. No hay normas ni consensos. Cada uno tiene una idea de blog, y la va definiendo a medida que crea. Aunque las interdefiniciones puedan llegar a ser muy similares, un blog puede ser tan independiente como las huellas digitales de su dueño. Con el fin de dejar de utilizar la palabra "blog" en este párrafo, cambiemos de tema (lo mejor es que no tengo que hacerlo de forma implícita si no quiero).
Desde mi último artículo, como cosa rara, mucho ha cambiado. El mes, por ejemplo. Fue un buen semestre en la Universidad, académicamente hablando. Después llegó diciembre. Estoy en un coro de Navidad y también conseguí trabajo.
Y si bien el trabajo me ha quitado mucho tiempo (mejor dicho, no he tenido vacaciones), he leído mucho sobre el tema de los weblogs, aunque haya dejado de escribir en el mío. También he podido conocer muchísimos puntos de vista sobre la utilidad, impacto e historia de ellos. No escribo desde el trabajo, eso sí, porque me podría pasar la del pobre empleado de Microsoft que fue despedido por hablar de su empresa en su blog personal. Además, el tiempo que tengo es poco y el cansancio es mucho.
He estado oyendo música de Navidad de Ella Fitzgerald, que es genial. También conocí el MSN Messenger 7 Beta: es una porquería.
Gracias a Ana Begins y a Sullen por los comentarios. Supongo que entre bloggers nos leemos, como he podido notar en mis investigaciones informales sobre el tema. No sé qué tan numerosa sea la población de lectores que esté por fuera de la blogósfera. Ahí perdonan.
Después de sentir la necesidad de construir una definición de blog para aquél a quien pueda interesarle, lo único que pudo desviarme de mi propósito fue el reconocimiento de los innumerables intentos que se han hecho para la misma finalidad. No hay una estandarización, y esa es una de las ventajas/desventajas que tienen tanto los blogs como la Internet. No hay normas ni consensos. Cada uno tiene una idea de blog, y la va definiendo a medida que crea. Aunque las interdefiniciones puedan llegar a ser muy similares, un blog puede ser tan independiente como las huellas digitales de su dueño. Con el fin de dejar de utilizar la palabra "blog" en este párrafo, cambiemos de tema (lo mejor es que no tengo que hacerlo de forma implícita si no quiero).
Desde mi último artículo, como cosa rara, mucho ha cambiado. El mes, por ejemplo. Fue un buen semestre en la Universidad, académicamente hablando. Después llegó diciembre. Estoy en un coro de Navidad y también conseguí trabajo.
Y si bien el trabajo me ha quitado mucho tiempo (mejor dicho, no he tenido vacaciones), he leído mucho sobre el tema de los weblogs, aunque haya dejado de escribir en el mío. También he podido conocer muchísimos puntos de vista sobre la utilidad, impacto e historia de ellos. No escribo desde el trabajo, eso sí, porque me podría pasar la del pobre empleado de Microsoft que fue despedido por hablar de su empresa en su blog personal. Además, el tiempo que tengo es poco y el cansancio es mucho.
He estado oyendo música de Navidad de Ella Fitzgerald, que es genial. También conocí el MSN Messenger 7 Beta: es una porquería.
Gracias a Ana Begins y a Sullen por los comentarios. Supongo que entre bloggers nos leemos, como he podido notar en mis investigaciones informales sobre el tema. No sé qué tan numerosa sea la población de lectores que esté por fuera de la blogósfera. Ahí perdonan.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)