miércoles, mayo 17, 2017

Guía para decir “no” en Tinder (a mi estilo)

Foto de Daniele Pesaresi en flickr.com
Sí, lo admito: uso Tinder. Si tienes una edad cercana a la mía, quizás también lo uses. A veces, incluso, me ha sorprendido encontrar ahí a algunas personas que conozco en la vida real. La gran mayoría de las conversaciones (si es que inician) no pasa de un tímido saludo y un par de preguntas y respuestas banales.

Pero el primer filtro, claramente, está en las fotos de los perfiles, esas que con frecuencia dicen poco o nada de la personalidad de quien es representado por ellas. Con base en dichas fotos, el usuario puede deslizar el dedo por la pantalla hacia la izquierda para decir “no”, o hacia la derecha para decir “sí”, a un interés por la persona que allí aparece.

A ti te pueden gustar los hombres o las mujeres, siendo tú un hombre o una mujer, y del mismo modo en el sentido contrario*. No existen reglamentos, decálogos ni tutoriales (por lo menos no de manera oficial) que expliquen que Tinder deba usarse para uno u otro fin ni de una u otra manera. En otras palabras, tú puedes hacer lo que te dé la gana cuando usas la aplicación.

No me interesa dar explicaciones sobre mi “mujer ideal” o mi “perfil soñado”, pues ni siquiera creo que exista. Pero está claro que diré “no” en caso de que:
  • Escribas tu nombre como “ANdREiithA”.
  • Tengas una sola foto en tu perfil.
  • Todas tus fotos sean tomadas desde el mismo ángulo.
  • Salgas haciendo cara de pato en todas tus fotos.
  • Todas tus fotos sean grupales y sea imposible saber cuál eres tú.
  • “Trabajes” en Herbalife o digas trabajar como practicante en Facebook.
  • Te gusten los libros de Coelho, Chopra o autores similares.
  • Digas que tu mejor amigo es Jesucristo.
  • Fumes.
  • Todas tus fotos sean de la época del colegio pero en tu perfil dice que tienes 31 años.
  • Hayas estudiado en la “Universidad de Jarbar” (es real, lo vi con mis propios ojos).
  • Tengas barba y/o bigote.
  • Profeses activamente un odio antinatural por los Beatles.
  • Digas que te gusta “toda” la música. Eso es mentira. A nadie le gusta toda la música.
  • Apoyes a Trump.
  • Escribas en inglés, pero mal.
  • Te describas como “Prinsesa” (también es real, también lo vi).
  • Tengas entre tus fotos una de ti tocando el pene de una de las esculturas de la Plaza Botero por aquello de la “buena suerte”.
  • Uno de tus intereses sea la astrología.
Decir que te gusta el vino, el café o el cine no necesariamente te hace más interesante. Y, hablando de cine, en otra ocasión también puedo explicarte las razones por las que no me gusta.

* Esto, lector, no es más que una paráfrasis.

domingo, marzo 12, 2017

Adiós, prima Donna

En abril de 2009 recibí un misterioso paquete dirigido a mí. Al abrirlo, con sorpresa, descubrí que Genoveva Nieto (la famosa “prima Donna” de la comedia “Dejémonos de Vainas”) había cumplido la promesa que me había hecho poco tiempo atrás: la única cinta de Betamax que, de acuerdo con la breve nota que le adjuntó, era lo único que conservaba de su paso por la serie de televisión.

La primera vez que hablé con ella fue a través de Facebook.

Así, a diferencia de como lo hacía Juan Ramón Vargas, actuamos a veces los periodistas que nos graduamos a principios de este siglo. Contactamos a nuestras fuentes por mensajes digitales y no por llamadas telefónicas, cartas o visitas en persona; o por lo menos no con la misma frecuencia que nuestros colegas del siglo pasado.

Quería hablar con Genoveva porque en ese entonces me había dado a la tarea de escribir una gran crónica que contara la historia de la serie “Dejémonos de Vainas”, una exitosa comedia colombiana ideada por el director Bernardo Romero Pereiro y el periodista Daniel Samper Pizano.

La “prima Donna”, el personaje interpretado por Genoveva, era la molesta sobrina de Juan Ramón; la niña sabelotodo que siempre aparecía para fastidiar a los Vargas con sus arrogantes y engreídos comentarios. La actriz, por el contrario, era la antítesis del personaje. Genoveva era amable, sonriente y encantadora. Esa fue la impresión que me dio al conversar con ella en su oficina, en Bogotá.

Hablamos de su paso por la serie, de sus inicios como actriz, del trabajo con Bernardo Romero y sus compañeros del elenco... tenía una memoria impresionante. La gente todavía la reconocía en la calle. Me contó que solamente tenía buenos recuerdos de su trabajo allí, aunque sus padres no querían que le pagaran mucho como para que no se entusiasmara con eso de dedicarse a la actuación.

Genoveva Nieto


Al terminar la entrevista, le tomé un par de fotos junto a un mapamundi que había en su oficina, y nos hicimos un par de promesas: ella, que me iba a enviar unas cintas de Betamax con sus grabaciones de “Dejémonos de Vainas”; y yo, que se las iba a devolver (¡obviamente!).

Días después, cuando recibí el paquete proveniente de Bogotá, me alegré inmensamente al leer la nota que lo acompañaba:

“Querido Lucas:
Te mando el cassette del que te hablé. Espero que lo puedas copiar.
Cuídamelo mucho que es lo único que tengo de Dejémonos de Vainas
Un abrazo
Genoveva”


Así supe que tenía en mis manos un pedacito de la historia de la televisión de mi país. Por fortuna, antes de devolverlo, pude copiarlo para mi investigación y, por supuesto, para reír gracias a la creatividad del guión de Bernardo y a la brillante actuación de Genoveva.

Después de esa entrevista que tuvimos, no volví a ver a “Geno”. Hablábamos ocasionalmente a través de Facebook. Ella siempre estuvo pendiente de mi crónica, me felicitaba en mis cumpleaños y en ocasiones como el año nuevo o la Navidad. Yo, a través de la red, veía las fotos de sus viajes y sus salidas con amigos. En esas fotos nunca la vi sin su característica sonrisa, una que rara vez mostraba la “prima Donna”.

A pesar de que no volvió a actuar con tanta frecuencia como lo hacía en su adolescencia, lo cierto es que Genoveva dejó una marca en una generación de colombianos que deberá recordarla, no por lo fastidioso de su personaje, sino por su personalidad atenta, amistosa y afable.

Adiós, Genoveva. Un fuerte abrazo y hasta siempre, dondequiera que estés.