lunes, octubre 17, 2005

Crea fama...

Mi papá llegó hoy de la finca y me preguntó:

- "¿No estuvo en la casa en todo el fin de semana o qué?"
- "Claro que estuve, ¿por qué?"
- "Porque la cocina no está hecha un mierdero", me respondió.

Minutos más tarde, llega mi mamá y me pregunta:

- "¿No comiste nada en todo el fin de semana?"
- "¿Por qué?", pregunté, sospechando sobre la respuesta
- "Porque no hay ni un plato sucio", dijo, despejando dudas.

Y queda demostrado el comentario que haría mi hermano después: "Crea fama..."

Ahí perdonan.

PD. Y no, no fui al concierto de Juanes.

viernes, octubre 14, 2005

Uno de los taxis

Caminando desde la estación del metro hasta mi casa, saqué un documento de macroeconomía de los que llevaba conmigo (no tenía nada más a la mano) y un lapicero carísimo que escribe mal. Con una pésima caligrafía, escribí lo siguiente:

"El hombre solo encontró
por fin un taxi en el
desierto.
'Viejo, ¿nos lleva a
cinco?', le dijo al
conductor.
Él respondió moviendo la
cabeza de izquierda a
derecha.
El hombre, solo, no pudo
hacer más que resignarse."

Ahí perdonan.

sábado, octubre 01, 2005

Del desesperante oficio de esperar

Esperar cansa, aunque todos tengamos que esperar algo todos los días. Esperar genera desespero, y no quiero ni reflexionar sobre la inevitable similaridad similitud en las formas de ambas palabras. Esperamos en filas durante minutos que parecen siglos (hurra por Einstein), para descubrir que Murphy hace de las suyas y la fila de al lado avanza más rápidamente. Siempre es así.

Esperamos a que nuestro interlocutor en la "vida real" termine de hablar por celular durante un almuerzo o una conversación hipócritamente interesante. Incluso podría pensar que la vida no es más que una cuestión de esperas: esperamos a salir del colegio, luego esperamos a salir de la Universidad, esperamos a que nos den la quincena, esperamos a que nuestros hijos se gradúen, y finalmente esperamos la muerte.

El hecho es que algunas esperas desesperan más que otras, como cuando esperamos a que alguien se encuentre con nosotros. O cuando esperamos a que una llamada pase por el conmutador de alguna cochina corporación. O cuando esperamos a que el médico nos atienda mientras nos morimos de un ataque de cualquier cosa. Yo sigo esperando, y desesperándome. Ahí perdonan.