jueves, noviembre 18, 2010

La música y yo (¿primera parte?)

Cuando yo estaba pequeño, creo que a los cinco o seis años de edad, mi abuela materna me regaló una guitarra para niños. Mi hermano, siete años mayor que yo, estaba recibiendo clases de guitarra de un profesor particular. Yo veía a mi hermano practicar canciones tradicionales, en español: desde el pop y el rock hasta las rancheras.

Como el de las clases era mi hermano, y no yo, pasaron varios años antes de que yo aprendiera a hacer sonar el condenado instrumento. Lo único que hice durante los pocos días que tuve la guitarra fue dar vueltas y más vueltas a las clavijas, hasta reventar todas y cada una de las cuerdas. La pobre de mi mamá se veía en la penosa obligación, casi, de estar comprando cuerdas para reemplazar las que yo había roto.

Mi hermano nunca me permitió tocar su guitarra, pues seguramente sabía que yo iba a desafinarla a más no poder, eso sí, suponiendo que las cuerdas resultaran ilesas. En fin, aún si la hubiera tenido en mis manos, no hubiera podido sacarle el más mínimo sonido agradable. Recuerdo un día en que entré a la habitación que compartía con mi hermano y, con las mejores intenciones del mundo (o por lo menos así lo recuerdo), empecé a cantar "las mañanitas" o alguna otra canción para despertarlo con el dulce sonido de mi voz, acompañado por una angelical tonada producida por el rasgueo de unos acordes que, seguro, yo no conocía.

Lo que mi hermano oyó fue otra cosa: un mocoso gritando notas desafinadas, al son de unos golpes medianamente rítmicos sobre las pobres cuerdas de mi guitarra. El resultado: yo recibo un almohadazo y renuncio a la idea de hacer música. Ese episodio pudo haber sido una simple broma infantil o una inocente demostración de afecto fraternal, aunque prefiero recordarlo como lo segundo.

Años más tarde, conocí a unos personajes, más o menos de mi edad, que tenían un grupo musical. La estructura era la clásica del rock: bajo, dos guitarras, batería y voz. Yo nunca había conocido a nadie que estuviera en un grupo hasta ese entonces. Yo tenia quince años y había dejado de oír la música clásica que daban en Radio Bolivariana, una emisora de mi ciudad, para escuchar con atención el rock de la década del 90 en otra emisora, llamada Radioacktiva.

Gracias a Napster, a finales de 2000, descubrí a los Beatles: un día, cansado de la misma música de siempre, me pregunté cómo sería la música de ellos. La canción que apareció con más frecuencia en esa búsqueda en Napster fue "Eleanor Rigby". Me dejó boquiabierto, maravillado. Por esos días salió el disco "1", con sus grandes éxitos, y lo compré. Aunque no me impresionó mucho cuando lo oí por primera vez, las melodías se quedaron resonando en mi cabeza. En ese momento supe que esa música me fascinaba.

A los 16 años, con ganas de aprender a tocar el arpegio de la canción "Sun King", me metí a Internet y busqué una tablatura, con la esperanza de que leerla fuera fácil para un ignorante como yo. Como no entendí un carajo, tuve que ir a preguntarle a mi hermano, que aún entonces era siete años mayor que yo.

"Estas son las cuerdas y estos son los números de los trastes. Las cuerdas se afinan de tal manera y en tal orden". A grandes rasgos, esa fue la explicación con la cual empecé a leer tablaturas y a memorizar acordes. Al principio me dolían las muñecas, tenía callos en las puntas de los dedos y me costaba trabajo cambiar de un acorde a otro, pero después de mucha insistencia fui mejorando. Practicaba en una guitarra eléctrica de marca Fernandes, sin tilde y con ese, que pertenecia a un tío mío. Él mismo, como el genio que es, había construido un pequeño amplificador para la guitarra.

La primera canción que aprendi fue "Mr. Jones", de Counting Crows. La de los Beatles era muy difícil para mí.

Después les cuento el resto de la historia. Ahí perdonan.

jueves, septiembre 23, 2010

Un sentimiento agridulce

Mi papá me despertó para darme la noticia de que "mataron al 'Mono Jojoy'".

Me acordé de los procesos de paz durante el gobierno de Pastrana, en 1999. Me acordé de la silla vacía. Me acordé de las clases de ética y filosofía del colegio, en las que hablábamos de los secuestrados y de los comportamientos ilegales de ese grupo guerrillero.

Por alguna razón, mientras veía el noticiero de la mañana, quedé con un sentimiento agridulce. Los personajes entrevistados por los presentadores hablaban de la importancia del bombardeo a las Farc y de la muerte de este guerrillero. Tenía no sé cuántas condenas encima, no sé cuántas órdenes de arresto, no sé cuántas culpas, no sé cuántas peticiones de extradición, y seguro fue responsable por cientos de secuestros y muertes.

"El Tiempo" pregunta a la gente, a través de Twitter, que cómo está celebrando la muerte de "Jojoy". El Presidente felicita a las fuerzas armadas por la operación "Sodoma". ¿Está bien que haya fiestas y celebraciones? Hubo varias muertes aquí. ¿Cuándo está bien festejar una muerte?

Ahora: se supone que vivimos en un país en el cual, primero, no hay pena de muerte; y, segundo, por la constitución, se supone que se le garantiza la vida a todos los que nacen aquí. Me pregunto: ¿es legal, legítimo o aceptable el hecho de que las fuerzas militares le quiten la vida a una persona, independientemente de los motivos que lleven a tomar esa decisión? No estoy justificando el comportamiento de "Jojoy" ni el de la guerrilla. Al contrario, lo condeno y desprecio. Yo sería el primero en apoyar la decisión de encarcelar de por vida a estos "rebeldes" que matan y secuestran. Pero lo de la encarcelación es solo porque en Colombia no hay pena de muerte. Esta gente no merece vivir.

Pero ¿quién tiene derecho a matar? Se supone que las Farc no, pero ¿por qué las fuerzas militares sí? ¿Existe algún derecho o salvedad especial que los haga inmunes a juicios realizados por organismos nacionales o internacionales? No sé. Por eso el sentimiento agridulce. Si alguien tiene respuestas para mí, se las recibo. Si no, recibo comentarios. Ahí perdonan.

Añadidura (5:39 p.m.): Según la Biblia, Dios destruyó a Sodoma y Gomorra, poblaciones con habitantes pecadores, bombardeándolas con fuego y azufre desde los cielos. Las fuerzas armadas de Colombia le llaman "Sodoma" a una operación en la que bombardearon a guerrilleros, rebeldes, desde el cielo, con quién sabe qué tipo de armas. ¿Podrán el ejército y el presidente jactarse de ostentar facultades divinas? ¿Lo harán? (¿Será casualidad el apellido del primer mandatario?) Ahí les dejo ese trompito en uña.

martes, septiembre 14, 2010

Gonzalo Aloras regresa a Colombia

La última vez que me senté a conversar con Gonzalo Aloras fue en un hotel de Bogotá en octubre de 2004, durante su gira "bola 8" por Colombia. En aquel entonces Aloras tocaba con la banda de Fito Páez, tenía el pelo más largo que por estos días y hacía poco había sacado su primer álbum como solista, titulado "Algo Vuela". La noche anterior se había presentado en un bar de la capital colombiana, y yo estaba ahí, con mi amiga Ana, entrevistándolo. Después de esa presentación, ella y yo fuimos a saludar a Gonzalo. Ana quedó encantada porque Aloras le había dicho al oído que ella tenía el mismo olor que Spinetta, amigo suyo y talentoso cantante, compositor y músico argentino.

***

Yo era apenas un estudiante de segundo semestre de comunicación social cuando tuve la oportunidad de oír la música de Aloras por primera vez, días antes de aquel momento, en el parque Lleras, en Medellín. Un amigo me había invitado a ver a este músico que, ocasionalmente, hacía espectáculos completos solo con su piano o su guitarra Parker.

Después de sacar el "Algo Vuela", Aloras publicaba uno que otro sencillo en su sitio web, pero no hubo noticias de álbumes nuevos durante algunos años. En 2008 salió "Superhéroes", un homenaje que hizo Gonzalo a los héroes musicales con cuya musica creció: Charly García, Litto Nebbia y Fito Páez.

En 2010, Aloras decidió regresar a Colombia para presentar su nueva música. Después de varios conciertos en Bogotá regresó a Medellín, y yo estaba listo para entrevistarlo otra vez. En nuestra última entrevista, nos habíamos sentado a conversar sobre cada una de las canciones del "Algo Vuela". Pensé que esta sería una oportunidad única para escuchar sus comentarios acerca de los temas que formaban parte del álbum "Ciudad Paranoia", de Mortadela Rancia. Este trabajo fue lanzado en 1994 y, gracias a él, Fito Páez conoció el talento de Gonzalo y decidió llevárselo de gira por el mundo. Nada mal para un joven músico.

Así las cosas, me senté a conversar con Aloras sobre cada uno de los temas de "Ciudad Paranoia". Les dejo un adelanto aquí:



Para quienes vivan en Bogotá, Gonzalo Aloras estará en Gaira el martes 14 de septiembre a las 9 p.m. ¡No se lo pierdan!

Para ver la entrevista completa, visiten este vínculo: http://delectomorfo.com/aloras

lunes, agosto 09, 2010

"Ahí le dejé café"


En "La Pelota de Letras", el humorista colombiano Andrés López hace un minucioso análisis cómico de las familias de su país. Como yo nací en ese mismo país, hay muchas cosas que me causaron gracia y simpatía después de ver las disertaciones de López sobre los padres, madres y parejas de mis compatriotas.

Si la memoria no me falla (y seguramente lo hace), López aseguraba que la frase por medio de la cual su padre le demostraba afecto era "ahí le dejé café", pronunciada de manera seca y simplona.

Pues bien, yo creo haber averiguado cuál es la acción (porque no hay una frase) que realiza mi papá para demostrarme su afecto. No son abrazos, ni besos, ni ninguna de esas tradicionales manifestaciones de cariño que tanto se ven en la televisión y en algunos cuentos infantiles. Es un pequeño pedazo de papel con un URL escrito con su puño y letra.

Verán: uno de los noticieros nacionales, del cual mi papá es un asiduo telespectador, tiene un segmento que habla de sitios web y tecnología. Allí, la presentadora describe varios sitios en Internet que pueden resultarles útiles a los televidentes. Si mi papá está de buen humor (y, supongo, si tiene un bolígrafo cerca), agarra un papelito y anota el URL de un sitio que él piensa que puede interesarme. Después de que se acaba el noticiero, viene hacia donde yo esté, papel en mano, y me explica rápidamente de qué se trata. Lo mejor de esta escena es que a mí me terminan interesando los sitios que él me deja anotados. Es su manera de decirme "ahí le dejé café".

Ahí perdonan.

sábado, agosto 07, 2010

Señores de YouTube: tengo una idea

En YouTube uno encuentra de todo. Mucha gente recurre a YouTube para escuchar música. En YouTube podemos identificar (si particularizamos) dos tipos de vídeos musicales. El tipo A, digamos, es el vídeo creado por un músico o grupo, compañía discográfica o empresa productora que tiene equipos de grabación, edición y mezcla de audio y vídeo diseñados únicamente con el propósito de generar materiales audiovisuales.

El tipo B (para ser consecuentes) es el vídeo grabado con cualquier dispositivo barato (es decir, asequible para el consumidor promedio) que incluye un micrófono incorporado al mismo aparato que tiene el lente que permite hacer el registro de las imágenes. Veamos las diferencias.

En el vídeo de tipo A, por lo general, el sonido y las imágenes se graban por separado. Normalmente hay más de un micrófono y más de una cámara, con sus operadores correspondientes; todos en perfecta sincronía, y todos ubicados en lugares estratégicos para que la calidad de lo registrado (es decir, planos visuales y sonoros) sea la mejor posible. La más estéticamente agradable, si se quiere. En caso de que algo falle, existen procesos de y herramientas de edición que pueden ayudar a corregir los errores o a mejorar y hasta embellecer las presentaciones de los músicos. El resultado: un vídeo musical que se puede ver y disfrutar.

Ahora bien: en el vídeo de tipo B, es muy común que solamente haya un camarógrafo y un par de dispositivos de grabación de audio y vídeo pegados de la misma máquina, que a su vez está siendo operada, comúnmente sin un trípode, por el mismo personaje que asistió al recital o evento y que, dada su probable melomanía, estará moviéndose o siendo movido por otros y cantando o estando expuesto al canto, al unísono, de miles de otros individuos que, seguramente, también tendrán sus celulares o cámaras fotográficas encendidas. El resultado: una mezcolanza ininteligible de ruidos insoportables e imágenes borrosas, confusas y entrecortadas, que, creo que sobra decirlo, solo podrá ser disfrutada por quien la produjo.

Si al amable equipo técnico de YouTube le diera por inventar un filtro similar a la herramienta que se emplea para que las audiencias denuncien los contenidos inapropiados de algunos vídeos y que permitiera indicar cuáles vídeos son de tipo A y cuáles de tipo B, creo que el mundo sería un lugar mejor. O por lo menos yo no perdería tanto tiempo buscando una buena versión de una canción que tengo metida en la cabeza.

Ahí perdonan.

martes, agosto 03, 2010

¿Tienen los periodistas de Brasil nexos con las FARC?

De acuerdo con información suministrada por WikiLeaks, Sérgio Murillo de Andrade, el director de la Federación Nacional de Periodistas de Brasil, le escribió un correo a Raúl Reyes, diciéndole:

"Hola compañeros.
Saludos y fuerza para la lucha.
Jose Carlos Torves
Director de la Federación Nacional de Periodistas - Brasil"


La traducción es mía. No es muy diciente, pero es un indicador de algo. Lo que no me cuadra es que la dirección de correo del remitente es la del director de la Federación, pero el mensaje está firmado por una persona con otro nombre. Además, el nombre de la organización está mal escrito.

No estoy muy enterado, pero ¿habrán dicho los medios de comunicación algo sobre algún nexo entre esa organización periodística y las FARC? Me parece raro.

Ahí perdonan.

No soy ingeniero, pero...

El primer computador que tuvimos en mi casa, según me cuentan, lo compraron en 1987. En esa época las pantallas mostraban un fondo negro y letras (no gráficos) de color naranja o ámbar. No recuerdo cuándo fue la primera vez que usé una máquina de estas, tal vez porque estaba muy pequeño. Mi mamá hacía programas de administración de bases de datos (con dBase). Recuerdo verla recibiendo capacitaciones en nuestra casa cuando yo era niño.

Recuerdo las horas de diversión que pasaba jugando con el Paintbrush de Windows 3.1. Monkey Island también me ayudaba a pasar el tiempo libre, en épocas pre-internéticas.

Empecé a interesarme por la WWW en 1996, a los 11 años, cuando tuvimos acceso a la red por primera vez: Windows 95 y un módem de 9.6 kbit/s. Por esa época, mi hermano estaba empezando sus estudios de ingeniería electrónica (los cuales no concluiría), para después estudiar y graduarse de ingeniería de sistemas. Gracias a sus ensayos y errores, yo pude aprender una que otra cosa relacionada con la computación.

Aprendí HTML cuando tenía 12 años, gracias a un libro que compró mi hermano. A los 13 ya era capaz de construir sitios web completos con puro código fuente. ¿FrontPage? No, gracias.

Nunca he sido bueno con los números. En 1999, mis notas en matemáticas eran pésimas. No me simpatizaba el Álgebra de Baldor. La profesora me dijo que me podía dar una buena calificación si le demostraba mis habilidades en programación de computadores, pues sabía que a mí me gustaban esas vainas. Lo cierto es que yo era apenas un usuario: no tenía ni idea de programar.

Me fui a la biblioteca del colegio y allí encontré un libro de los años 80 sobre BASIC. Me imagino que escogí ese porque era "básico" (es un chiste malo). El caso es que me puse a estudiar y vi que mi Compaq Contura Aero 4/25 venía con QBasic incorporado. Desarrollé una aplicación que permitía hacer operaciones simples entre números fraccionarios, cosa que impresionó gratamente a la profesora. A pesar de eso, mis notas en matemáticas eran tan malas que no logré pasar la materia.

Me entusiasmé con programar y un primo mío me introdujo en el mundo de Visual Basic 6. Ahí empecé a desarrollar una idea que tenía desde hacía años: una aplicación capaz de producir gráficos a partir de progresiones aritméticas, la cual lleva el nombre de este blog. Mi amigo Pablo me ayudó con los asuntos lógicos y matemáticos de esta aplicación.

Después me metí con el tema de bases de datos en VB6 y empecé a entender ciertas cosas sobre el diseño de tablas relacionadas e instrucciones de consulta. Cuando cumplí 15 años me regalaron un libro sobre Visual Basic y lo aproveché al máximo. Creé aplicaciones que iban desde una base de datos con acordes para guitarra hasta un sistema de impresión de identificaciones para la logística de eventos.

Tiempo después empecé a interesarme por desarrollar para la web, pues mi hermano se ganaba la vida haciendo eso. Empecé a leer libros sobre PHP y MySQL. Formé parte de varios proyectos, como programador, que involucraban estas tecnologías, como un mapa de medios de América Latina (después adquirido por la FNPI), una emisora digital y un periódico en línea.

Como docente de un pregrado que se preocupa por los asuntos digitales, me puse a estudiar la web semántica y el uso de lenguajes de marcado para que los contenidos de la red tuvieran un significado. Entendí que las etiquetas de marcado que tienen que ver con la presentación eran menos importantes que aquellas que trataban de explicar y describir lo que rodeaban. De ahí mi interés por proyectos de indexación de medios como el Google News Archive.

No soy ingeniero, quizás, por el temor que me infundieron en el colegio en relación con los números. En la universidad comprobé que mis habilidades con ellos no eran nulas (de hecho, eran notables), pero me incliné hacia las letras y decidí estudiar comunicación social.

Recientemente ando con un interés especial por Ubuntu y el software libre. A veces me da por hacer locuras como crear aplicaciones para dispositivos Android.

Hoy, cuando me encuentro con viejas amistades, todavía me preguntan que por qué no estudié sistemas. Yo, la verdad, no estoy muy seguro.

Ahí perdonan.

Mi primera aplicación para Android


Hace algunos días hice una petición para poder utilizar el servicio Google App Inventor, y hace poco me llegó la autorización. No puedo decir que lo empecé a usar de inmediato porque mi computador no podía con el software que se usa para desarrollar aplicaciones, pero eventualmente pude utilizar el sistema. Estuve aprendiendo durante varias horas y desarrollé una aplicación que, teniendo en cuenta mi falta de memoria, puede serme útil. La publico para aquellos que tengan un dispositivo Android, tengan mala memoria y vivan en Medellín: se trata de un programa que te dice si tienes pico y placa o no (para el segundo semestre de 2010). Por ahora el único defecto es que el programa no recuerda la placa que uno le define, pero se puede cambiar manualmente cuando se quiera consultar si se tiene la restricción o no. Va el QR code:

Ahí perdonan.

Actualizado (9 de agosto de 2010): Ahora la aplicación recuerda la última placa que se seleccionó, de manera que la información esté al día cada vez que se cambie placa y se reinicie el programa. El QR code es el mismo.

lunes, julio 26, 2010

De cómo descubro nueva música

Si la memoria no me falla (y seguramente lo hace), alguien me preguntó hace poco que cómo hacía yo para descubrir música nueva. "Descubrir", como si se tratase de algún fenómeno científico. Pero sí, acepto que se hable de descubrimientos musicales. Otro personaje me preguntaba que si yo oía la radio con frecuencia.

La respuesta por la pregunta de la radio es la siguiente: no. Solamente oigo la radio cuando tengo un radio a la mano (es decir, casi nunca) y no tengo ninguna otra forma de escuchar música. Solamente me gustaba un programa matutino, años atrás. Si quiero oír gente hablando babosadas, me basta con ir a cualquier bar de la ciudad.

A veces oigo la radio en el carro, cuando olvido mi iPod (un aparato que nunca creí que fuera a tener porque no pensaba comprarlo - me lo regalaron) y, como ocurre por estos días, cuando el reproductor de CDs se daña. En esas raras ocasiones descubro música nueva (para mí) o desconocida (por mí).

Si me gusta algo que oigo en cualquiera de las tres emisoras que tengo grabadas en la memoria del radio, cojo cualquier pedazo de papel y anoto partes de la letra. Aunque sé que es peligroso conducir y escribir al mismo tiempo, es un riesgo que estoy dispuesto a correr por amor a la música. Más tarde, fuera del carro, recurro al todopoderoso Google para averiguar de quién era la melodía que oí. Nunca falla.

Los dos últimos grupos, fantásticos, a mi juicio, que he descubierto siguiendo esta técnica, son Vampire Weekend (con la canción "Oxford Comma") y Death Cab for Cutie (con "Marching Bands of Manhattan").

Otro método que me parece interesante es el programa para teléfonos móviles Shazam, que identifica cualquier melodía que uno le ponga. El problema es que, para poder usarlo, hay que tener acceso a Internet.

Es raro (es decir, nunca pasa) que yo escuche la recomendación de alguien. O que vea un video que puso alguien en Facebook. O que busque alguna canción cuyo título escribió alguien en su cuenta de Twitter. Ningún nombre me llama la atención. Tal vez sea porque ni el nombre de los grupos ni el nombre de las canciones es descriptivo de la música relacionada con ellos. Yo sé que ese no es un argumento de peso, pero simplemente me gustan las canciones que escucho por una u otra razón y me hacen sentir bien, por lo general no las que me recomiendan. Se supone que así funciona el mundo, pero yo no. ¿Seré muy apático? Ahí perdonan.

domingo, enero 24, 2010

Mi relación con la física teórica

Cuando cumplí once años, mis tíos me regalaron un afiche de Albert Einstein que tenía la frase "Imagination is more important than knowledge". Ellos sabían que, desde que yo estaba muy pequeño, siempre me había interesado la historia de la vida del físico alemán. No sé por qué, pero siempre supe quién era él. Leía libros sobre su vida, pero nunca sobre su obra. A esa edad no me interesaba ni pensar en entender ecuaciones ni fórmulas matemáticas. Por alguna razón, me fascinaba su personalidad y su forma de ver el mundo. Incluso tengo los libros "Einstein entre comillas" y "Einstein relativamente fácil", que no son muy técnicos ni muy teóricos. Son entretenidos y fáciles de leer.

En quinto grado entendí qué quería decir el dos pequeñito que está al final de la famosa ecuación de equivalencia entre masa y energía de la teoría de la relatividad. Me enseñaron que se leía "al cuadrado" y que significaba una multiplicación de un número por sí mismo. "C a la dos" quería decir "la velocidad de la luz al cuadrado". A pesar de que ese dato me dejó estupefacto, hasta ahí llegó mi entendimiento de la teoría de la relatividad.

Poco después de esa clase tuve una discusión con mi mejor amigo, Daniel, sobre la frase atribuida a Einstein, la misma que decoraba el afiche de mi habitación. Para él, era inconcebible e inaceptable que la imaginación importara más que el conocimiento. "¿Cómo va a ser más importante", decía, "un elefante rosado con puntos amarillos que una fórmula matemática?". No recuerdo a qué conclusión llegamos.

De cualquier modo, mi primer acercamiento a la física teórica fue en noveno grado. Teníamos una profesora que trató de convencernos de que diez al cubo era igual a cien, o algo así. Si empezamos clases en enero, ella en marzo ya se había ido a enseñar a un grado inferior. Luego llegó un profesor bien particular, apodado "Chepe". El problema es que yo me preocupaba más por la manera como él pronunciaba las palabras que por lo que efectivamente estaba diciendo. No importaba lo que dijera, sino cómo lo dijera. De hecho, en la última hoja de mi cuaderno de física había un diccionario de sus barbaridades. No sé qué era más grave: si su insistencia en pronunciar la equis como una ese o mi obsesión con querer corregir cada una de las barbaridades que este personaje decía. Repito: no sé si había fallas en su conocimiento de la teoría (porque yo no me preocupaba por entenderla), pero de lo que sí estoy seguro es de que este hombre tenía serios problemas de dicción.

La cosa no mejoró en años siguientes. Llegué a estar firmemente convencido de que, para ser profesor de física o química, uno tenía que tener algún problema con el idioma, o le tenía que importar muy poquito. Los profesores que tuve en los últimos dos años del colegio solamente me enseñaron que a mí la física y la química, en teoría, solamente me sirvieron para que al final de mi vida estudiantil me dieran un diploma que decía que estudié en ese plantel. Y a ninguno de ellos le importaba hablar bien.

Años después, un buen amigo me preguntaba por qué, si estudié comunicación social, todavía tenía el afiche de Einstein en una pared. Es que Einstein nunca dejó de fascinarme. Y como no sé alemán, tampoco sé cómo trataba él a su idioma.

Sigo sin saber un carajo de física. Ahí perdonan.