Caminar con alguien, de noche, por las calles de una ciudad insegura, es solo la reafirmación de un falso sentimiento de seguridad.
Si usted escoge caminar solo, podrá hablar con el fin de reproducir, para sus sentidos, la falsa sensación que experimentaría si estuviera acompañado. Eso está bien, aunque usted podría aburrirse fácilmente porque no obtendría respuesta alguna de su inexistente interlocutor. Si no pasa eso, usted podría sentirse observado por personas que le indicarían que puede estar perdiendo el juicio.
Si, por el contrario, prefiere no hablar, deberá atenerse a escuchar sus propios pensamientos. Las ideas de una persona que camina de noche por las calles de una ciudad insegura no recorren caminos diferentes al de esa persona. Al no poder salir de su cabeza, darán vueltas dentro de ella hasta enloquecerlo. Posiblemente crezca en usted un sentimiento paranoico y creerá que alguien, con seguridad ficticio, querrá hacerle daño.
Si sale ileso, llegará a su destino y, a menos que esté completamente solo, tendrá que seguir convirtiendo sus ideas en palabras. A las malas.