En abril de 2009 recibí un misterioso paquete dirigido a mí. Al abrirlo, con sorpresa, descubrí que Genoveva Nieto (la famosa “prima Donna” de la comedia “Dejémonos de Vainas”) había cumplido la promesa que me había hecho poco tiempo atrás: la única cinta de Betamax que, de acuerdo con la breve nota que le adjuntó, era lo único que conservaba de su paso por la serie de televisión.
La primera vez que hablé con ella fue a través de Facebook.
Así, a diferencia de como lo hacía Juan Ramón Vargas, actuamos a veces los periodistas que nos graduamos a principios de este siglo. Contactamos a nuestras fuentes por mensajes digitales y no por llamadas telefónicas, cartas o visitas en persona; o por lo menos no con la misma frecuencia que nuestros colegas del siglo pasado.
Quería hablar con Genoveva porque en ese entonces me había dado a la tarea de escribir una gran crónica que contara la historia de la serie “Dejémonos de Vainas”, una exitosa comedia colombiana ideada por el director Bernardo Romero Pereiro y el periodista Daniel Samper Pizano.
La “prima Donna”, el personaje interpretado por Genoveva, era la molesta sobrina de Juan Ramón; la niña sabelotodo que siempre aparecía para fastidiar a los Vargas con sus arrogantes y engreídos comentarios. La actriz, por el contrario, era la antítesis del personaje. Genoveva era amable, sonriente y encantadora. Esa fue la impresión que me dio al conversar con ella en su oficina, en Bogotá.
Hablamos de su paso por la serie, de sus inicios como actriz, del trabajo con Bernardo Romero y sus compañeros del elenco... tenía una memoria impresionante. La gente todavía la reconocía en la calle. Me contó que solamente tenía buenos recuerdos de su trabajo allí, aunque sus padres no querían que le pagaran mucho como para que no se entusiasmara con eso de dedicarse a la actuación.
Al terminar la entrevista, le tomé un par de fotos junto a un mapamundi que había en su oficina, y nos hicimos un par de promesas: ella, que me iba a enviar unas cintas de Betamax con sus grabaciones de “Dejémonos de Vainas”; y yo, que se las iba a devolver (¡obviamente!).
Días después, cuando recibí el paquete proveniente de Bogotá, me alegré inmensamente al leer la nota que lo acompañaba:
“Querido Lucas:
Te mando el cassette del que te hablé. Espero que lo puedas copiar.
Cuídamelo mucho que es lo único que tengo de Dejémonos de Vainas
Un abrazo
Genoveva”
Así supe que tenía en mis manos un pedacito de la historia de la televisión de mi país. Por fortuna, antes de devolverlo, pude copiarlo para mi investigación y, por supuesto, para reír gracias a la creatividad del guión de Bernardo y a la brillante actuación de Genoveva.
Después de esa entrevista que tuvimos, no volví a ver a “Geno”. Hablábamos ocasionalmente a través de Facebook. Ella siempre estuvo pendiente de mi crónica, me felicitaba en mis cumpleaños y en ocasiones como el año nuevo o la Navidad. Yo, a través de la red, veía las fotos de sus viajes y sus salidas con amigos. En esas fotos nunca la vi sin su característica sonrisa, una que rara vez mostraba la “prima Donna”.
A pesar de que no volvió a actuar con tanta frecuencia como lo hacía en su adolescencia, lo cierto es que Genoveva dejó una marca en una generación de colombianos que deberá recordarla, no por lo fastidioso de su personaje, sino por su personalidad atenta, amistosa y afable.
Adiós, Genoveva. Un fuerte abrazo y hasta siempre, dondequiera que estés.
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