viernes, abril 11, 2008

Los medios digitales como complemento de los analógicos y su relación con los consumidores y productores de información

Es innegable que el tradicional concepto de “periodismo” ha cambiado con la aparición de los medios digitales de producción y distribución de información a través de Internet. Basta dar una mirada rápida a la relación que existía a mediados del siglo XX entre productores y consumidores de información: el periodista escribía o producía para un medio de comunicación, que a su vez distribuía esos productos a las masas o audiencias. Se trataba de una estructura jerárquica, unidireccional e impositiva. No existía una participación ciudadana significativa en ese tránsito de la información, salvo que un individuo relatara un suceso a un periodista desde su subjetividad. En ocasiones se publicaba una sección con cartas al director, aunque esas misivas normalmente pasaban por un proceso de filtrado y selección (similar a la censura, pero no propiamente: en vez de mutilar fragmentos textuales, se evitaba la publicación masiva de textos completos).

La idea de hipertexto, como lo conocemos hoy, se hizo visible después de la segunda guerra mundial. Ted Nelson teorizó sobre una manera de organizar documentos y buscar información con rapidez, y sus ideas llevaron al desarrollo de la World Wide Web. Esa red de alcance mundial se popularizó en la última década del siglo pasado y, a principios de este, se empezó a hablar de una “Web 2.0”. Esa supuesta plataforma nueva (que sólo se trata de recursos tecnológicos e ingenieriles diferentes funcionando sobre la vieja) abrió paso a nuevas figuras dentro del esquema tradicional de distribución de datos, noticias e ideas. Aparecieron los bloggers, los vloggers, los mobloggers, los podcasters y los twitters. A quien anteriormente se le llamaba “televidente” o “lector”, ya puede recibir de manera simultánea el nombre de “usuario”. Esa persona que hace uso de cualquier servicio basado en la red (la 2.0, si se quiere) con el fin de dar a conocer sus ideas expresadas en textos, sonidos, imágenes o una combinación de todos los anteriores, es el nuevo protagonista del “tráfico” de información. Cada usuario se convierte en un medio de comunicación, en tanto es él quien consume y produce al mismo tiempo. Al existir tantos productores como consumidores, se produce una explosión de información nunca antes documentada en la historia de la humanidad. Internet se convierte en una plataforma de envío y recepción de contenidos, casi nunca filtrados (excepto por abogados), sin una legislación claramente definida ni aparentemente posible en el corto plazo: Internet no le pertenece a ningún país.

El hecho de que un usuario se convierta en productor de contenidos para los medios digitales no quiere decir que deje de ser un consumidor de los medios que conocemos como tradicionales (radio, prensa y televisión), aunque las tendencias van cambiando conforme pasa el tiempo. La idea de noticia, columna y artículo de la prensa, por ejemplo, tiene su equivalente en el mundo virtual: se trata del “post” de las bitácoras como alternativas a la prensa que puede estar sujeta a un riguroso proceso de edición previo a la publicación. Otros usuarios, “ciber-lectores”, si se me permite llamarlos así, pueden comentar de forma inmediata, opción que tardaría desde horas hasta semanas en un periódico de papel. A diferencia de un medio analógico, los digitales permiten integrar contenidos de distinta naturaleza: aunque todos los datos se reducen a unos y ceros, se hacen visibles al mundo en forma de textos, imágenes, videos y sonidos.

La radio también tiene su equivalente en el mundo de la producción de contenidos no profesionales. Si bien es demasiado pronto para anunciar una inminente desaparición de las ondas de radio como medio de comunicación masivo, es posible afirmar que existe una alternativa para la creación de productos sonoros y musicales por fuera de los costosos estudios de grabación y las torres de emisión de las grandes cadenas radiales. Se trata del podcasting, un término derivado del aparato de reproducción de música que sacó la compañía Apple (iPod). Cada usuario puede grabar una receta de cocina, una reflexión sobre los problemas del país, una canción inédita o una lección sobre los verbos irregulares y publicarla para que el mundo la escuche en diferido. Las emisoras tradicionales adoptaron este esquema para poner a disposición del público partes de su programación regular, de manera que el oyente pueda llevar las voces de sus locutores preferidos en el bolsillo.

Queda comprobado que la retroalimentación es mutua, mientras los medios tradicionales adopten elementos y comportamientos de los medios digitales. La sindicación de contenidos permite que la información llegue a los usuarios, quienes seleccionan cada uno de los elementos multimediales que quieran recibir en su navegador. Aquí hablamos de un juego entre la oferta y la demanda: mientras Internet ha demostrado ser un océano en el que navega la información útil e inútil, en muchos casos, un suscriptor que emplee tecnologías como la RSS podrá depurar ese exceso de datos para obtener aquellos que le interesan o le son de más utilidad.

La manera como se relacionan los consumidores y sus hábitos con la publicidad también cambia, pues las suscripciones a medios digitales llevan consigo una cantidad moderada de avisos, que en ocasiones son menos molestos visualmente en comparación con los que aparecen en la prensa o la televisión.

Los medios analógicos no llegan a una plataforma digital sin alteraciones, sino que tratan de adaptarse al nuevo ambiente en el que se le presentan al usuario. Los canales de televisión, por ejemplo, pueden ofrecer la programación semanal en su página web; o mostrar contenidos exclusivos que sólo estarían disponibles en ese espacio. Las revistas pueden tener una sección para blogs o columnas pensadas para la web únicamente, con contenidos que complementan a las ediciones impresas. El medio impreso y el digital comparten elementos, no se excluyen el uno al otro. Por eso es posible asegurar que quienes eran consumidores de la información mediática en el pasado no dejarán de hacerlo con la introducción de las herramientas digitales, sino que tendrán posibilidades alternativas para hacer oír sus voces y dar a conocer sus opiniones al mundo entero.

Como en el hipertexto, las estructuras de movimiento de los canales que permitían hacer llegar un mensaje de un extremo a otro son infinitas y están en cambio constante. La vida de las personas deja de ser tan privada como en el pasado, pues la idea de “publicar” se refiere también a “hacer pública” uno o muchos aspectos de la vida diaria. Herramientas de redes sociales como Facebook permiten “crear enlaces” con otras personas, a pesar de que la interacción cara a cara pasa a un segundo plano. Empresas como esta ofrecen sus servicios a los usuarios con la garantía de comunicar a la gente, cuando lo cierto es que los individuos están empezando a pasar más tiempo frente a sus pantallas que frente a sus amigos. Las relaciones entre el sujeto y el mundo, así como las que existen entre el sujeto y la publicidad, también se modifican con los medios participativos. Si bien es correcto decir que el conocimiento se puede construir de manera colectiva empleando herramientas propias de la llamada Web 2.0, no está de más formular la pregunta por las interacciones en el mundo real. Es difícil decir hasta dónde es útil el conocimiento acumulado sin que exista una comunicación que cuente con un espacio físico compartido y una interacción de un personaje real con otro. De cualquier forma, la tecnología ha facilitado el tele-trabajo e incluso hoy es posible realizar operaciones quirúrgicas a kilómetros de distancia.

Otros roles de los medios de comunicación tradicionales han sufrido modificaciones. Actualmente, cualquiera que tenga acceso a Internet puede convertirse en su propio editor. Si hablamos de redes sociales, es la comunidad la encargada de filtrar, depurar y controlar los contenidos textuales o audiovisuales que circulen por una plataforma digital. También es la comunidad la encargada de generar debates que lleven a la creación de ideas y conocimiento colectivo, de ahí la calificación de “participativos” que se les da a los medios digitales. De todas formas, la última palabra sobre este grupo de opciones no se ha escrito. Después de la Web 2.0, hay quienes han empezado a hablar de una más, la 3.0, e incluso le atribuyen características mágicas al ciudadano común. Cualquiera puede ser calificado como “periodista” bajo esta manera de ver el mundo. Aunque podemos decir que todo periodista puede convertirse en un productor y consumidor de medios tradicionales y digitales, sería arriesgado e incorrecto afirmar lo contrario. No cualquiera que tenga un blog se convierte en periodista, y no cualquiera que tenga un podcast se convierte en locutor. Naturalmente, la calidad de los contenidos de los medios, por subjetiva que sea, puede variar de acuerdo con diferentes características de la persona que los produzca, independientemente de si esa persona trabaja para una agencia de prensa, por ejemplo, o no. Finalmente quienes son jueces de la calidad en la información son quienes la consumen, y son ellos los que se encargarán de garantizar su continuidad o de declarar su desaparición definitiva.

lunes, septiembre 03, 2007

La entrevista que no le hice a Llinás

El 30 de agosto, como parte del proyecto Cátedra EAFIT que impulsa la Universidad para traer a representantes del mundo académico cada cierto tiempo, estuvo el Profesor Rodolfo Llinás para dar la conferencia "Las bases físicas de la conciencia". En la época de la llegada de Llinás, yo estaba trabajando en un artículo para "El Eafitense" acerca del proyecto de ley que presentó Jaime Restrepo Cuartas, ex Rector de la Universidad de Antioquia, con el fin de convertir a Colciencias en un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Llinás, considerado por muchos uno de los científicos más importantes de Colombia y del mundo, era un desconocido para mis conocidos. Antes de verle en persona por primera vez, estuve preguntando a mis familiares y amigos si quisieran saber algo del profesor. Nadie sabía quién era. Yo había leído un artículo de la Revista "Semana" cuando era muy pequeño y, habiendo tenido un interés previo por la vida de científicos como Einstein, quedé encantado con los logros de Llinás: este hombre había creado uno de los mapas más completos del cerebro humano, descifrando complejos misterios relacionados con el funcionamiento de este órgano que le ha tomado miles de años de evolución a la madre naturaleza. Ahora que venía a EAFIT, yo quería entrevistarlo. Quería hacerle preguntas sobre su vida de trabajo, sobre la educación y la ciencia en Colombia, sobre la motivación y el espíritu emprendedor que lo llevó a pasar por décadas de logros. Además era una buena oportunidad para tener una fuente de peso que diera algunas declaraciones relacionadas con el asunto del Ministerio de Ciencia.

Poco antes de las diez de la mañana, había una línea larguísima de gente frente al auditorio Fundadores de EAFIT. Nunca había visto una asistencia de tal magnitud a alguno de los eventos organizados por la Universidad. Llegué a tiempo y me senté en una de las primeras filas, junto a uno de los camarógrafos del Centro Multimedial de la Universidad. Ana Cristina Abad, jefe del Departamento de Comunicación y Cultura, presentó rápidamente la hoja de vida del profesor. Después Llinás aclaró que no esperaba la asistencia de un grupo tan grande de gente, pues su charla era técnica y puramente científica. Durante la conferencia anunció varios descubrimientos que se hacían públicos por primera vez en esa ocasión, pero pocos tenían la preparación para entender con claridad de qué se trataba. Para el público no especializado, la charla fue obscura, densa y confusa. Pero seguro habría entre los asistentes colegas neurocientíficos del profesor que podrían alabar sus descubrimientos y los de su equipo de trabajo. De todas formas, decenas de personas se quedaron por fuera del auditorio, despotricando de EAFIT y de la organización de la conferencia.

"Esta es una charla técnica"

Foto por Valentina RoldánEn medio de la conferencia, entre una diapositiva y otra, Llinás comentaba: "Les dije que era muy técnica". En ocasiones el volumen de la voz del profesor era bajo (o sostenía el micrófono casi a la altura de la cintura) y, sumándole eso a la complejidad del tema, entenderle era difícil. A veces se veía obligado a explicarnos a nosotros, los mortales que no tenemos formación en el campo de la neurología, ciertos conceptos en un lenguaje digerible. Hablaba del autismo, del mal de Parkinson y de otros temas relacionados con sus estudios científicos.

En cuanto terminó la conferencia, un grupo de gente se abalanzó sobre el escenario para rodear a Llinás; quien no podía alejarse del atril aunque quisiera. Yo estaba en ese grupo de gente, con grabadora en mano, a dos personas de distancia del profesor. Alguien le preguntó por sus trabajos relacionados con religión, y él pareció responder de mala gana con el nombre de una casa editorial. Seguramente estaba sofocado. Al ver que no podría acercarme, decidí retirarme del grupo e ir a preguntarle al Rector si era posible lograr que el profesor respondiera dos o tres preguntas para el periódico de los estudiantes. "Imposible", me dijo. Me contó que irían de inmediato a la rectoría. Cuando Llinás salió del auditorio, acompañado por el Rector, la gente lo perseguía. "Rodolfo Llinás, búsquelo en Google", le decía el profesor a una mujer que ponía garabatos en una libreta de apuntes.

Algunos querían autógrafos y otros querían hacerle preguntas. Uno de mis colegas, practicante en una importante radioemisora nacional, trataba de captar la atención de Llinás y de grabar sus declaraciones con el micrófono. Yo desistí mientras veía a Llinás alejarse en medio de una horda de seguidores. Horas más tarde supe que mi colega logró, después de mucho insistir, que el profesor respondiera algunas preguntas.

La historia, según me contaron, fue más o menos esta: Le entrega el micrófono (primer error) y le dice: "¿Tú qué opinas de la investigación en Colombia?". (segundo y gravísimo error).

El profesor, según escuché, lo miró como con ganas de ahorcarlo. "No entiendo la pregunta", profirió.

"Pues, sí, la ciencia, y la educación, y todas esas cosas...". O algo así.

Y el profesor Llinás terminó diciendo alguna barrabasada, de mala gana, seguramente para deshacerse del inexperto periodista e ir a almorzar con el Rector.

A veces pienso que pude haber sido yo el periodista nervioso. O no.

El caso es que no entrevisté a Llinás. No crucé una sola palabra con él, y siempre tendré la duda de si desearía haberlo hecho. Quedé con un sinsabor de resignación. No sé si valga la pena hacer esta anotación pero más tarde, ese mismo día, entrevisté a Jaime Restrepo Cuartas y a Juan Manuel Galán, el hijo del caudillo asesinado en 1989.

Y otra anotación para terminar, que tampoco sé si valga la pena hacer. En la nota que salió en la radio, el profesor cambió de nombre: era "Roberto" Llinás. Ahí perdonan.

viernes, junio 01, 2007

Mi barra de marcadores en Firefox

Estos son los sitios que tengo en mi barra de marcadores de Firefox:

  • Nexos: El proyecto web del periódico de mi universidad, hecho por mí.
  • phpMyAdmin: El administrador de PHP de mi servidor personal, cuyo URL no voy a incluir.
  • flickr: Mi página de fotos en este servicio.
  • Wikipedia: La versión en inglés, que tiene más contenidos que la versión en español.
  • YouTube: Uno de los servicios más inútiles, útiles y entretenidos que hay en Internet.
  • CNN.com: La página de Cable News Network.
  • Gmail: La página del servidor de correo de Google.
  • Google Docs: Antes conocido como Writely, el sistema de creación de documentos de Google.
  • WhatGoesOn.com: Página de noticias relacionadas con los Beatles, como buen fan que soy.
  • Diccionario: Vínculo a la aplicación web del diccionario de la Real Academia Española.

Ahí perdonan.

jueves, mayo 11, 2006

La vaca y la garcilla

Junto a las pisadas del perro, vi a una garcilla bueyera que estaba quitándole los bichos de las patas a la vaca, mientras daba saltitos para no morir aplastada. La vaca solamente arrancaba pasto con los dientes y lo masticaba.

Ya aburrida, la garcilla salió de debajo de la vaca y emprendió vuelo. Subió hasta las nubes y se perdió detrás de los árboles que había en una montaña cercana.

Miré a la vaca, que seguía masticando sin percatarse de la ausencia del pájaro. "Tú no puedes volar", le dije. "No eres más que un inútil cuadrúpedo comedor de pasto".

Y al fin, ¿no lo somos todos?