Lunes. Es el primer lunes desde que empecé mi weblog, y no precisamente uno de los mejores. Anoche estuve editando unos archivos de audio hasta las 2:30 de la mañana, en parte por la trasnochada del sábado y en parte porque no quería dejar la tarea empezada. De manera que hoy, teniendo clase de ocho, me levanté a las ocho y cuarto y llegué a clase a las nueve. Realmente no me perdí de mucho, aunque ya me estoy acostumbrando a que sea raro para mí llegar temprano a las clases de ocho. Uno de los problemas más graves es que es imposible producir cualquier tipo de texto (más o menos bien hecho) durante las horas de la mañana. No sé por qué. Tal vez la hora le mata a uno la creatividad. El caso es que solamente alcancé a escribir dos párrafos de cosas incoherentes en la clase.
Después fui a la papelería de la Universidad a comprar unas cosas que necesitaba y sufrí uno de esos cortos cerebrales que de vez en cuando lo traicionan a uno. Cuando fui a pagar mis cosas, saqué un billete y por poco le entrego mi billetera –con papeles y todo- a la cajera. Por lo menos nadie se dio cuenta del error. ¿Cómo es que le pasan esas cosas a uno? Quién sabe. Tengo un amigo que diría que esos problemas son causados por enanitos que viven en nuestras cabezas y controlan nuestras acciones, pero es sólo una teoría que no se ha demostrado.
Más tarde, en la clase de las cuatro, descubrí que había perdido mis apuntes de la clase anterior, los mismos apuntes que contenían las indicaciones del trabajo final de la asignatura. ¡Excelente! (Ojalá se haya notado el tono irónico, gracias). En fin, tengo bastantes trabajos para hacer esta semana y no sé de dónde carajos voy a sacar el tiempo para hacerlos. ¿Escribiendo menos? Ni loco. ¿Dejando a un lado mi weblog? Menos. La costumbre no se puede perder. Pero por el momento, será seguir haciendo sacrificios.
PD. El “feliz cumpleaños” de hoy le toca a Juan Agudelo, estando en donde esté y haciendo lo que esté haciendo.
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