Anuncio con algo de orgullo que estoy publicando el primero de los textos que quiero dejar en el weblog, para quienes estén interesados. Los vínculos están al final del artículo. Hoy abro una nueva sección, "Textos", en la columna de la derecha, para ir dejando ahí el material que no he publicado en medios impresos o las versiones completas de algunos trabajos que han sido vilmente mutilados (por mí, generalmente) antes de publicarse.
Ya ha pasado poco más de una semana desde que publiqué mi último artículo: son siete días de acumular cargos de conciencia por estar dejando de escribir con frecuencia. Y tal vez esa falta de ritmo me haya conducido a la debilidad de considerar el hecho de empezar a publicar un artículo por semana -aunque puede que sólo sea la borrachera temporal producida por el estrés. Es que ha sido una semana de altos, bajos y mucho trabajo. Una semana que estuvo saturada de eventos que hubieran podido ser objeto de comentarios en este espacio pero, por su temporalidad, no vale la pena considerarlos ahora.
Hablando de comentarios, he recibido algunos -positivos, por cierto- relacionados con el blog, y me halaga tanto como me motiva a seguir escribiendo. No dejo entrar a los asuntos de la autoestima, porque es bueno alimentar al ego de vez en cuando (aunque haya quienes sufren de sobrepeso).
Y ahora, para evadir el fantasma de la falta de tiempo, quería dejar un par de pensamientos sobre mi "neurosis" con las letras. Aprendí a leer antes de cumplir los cuatro años, gracias a mis papás. Tiempo después, peleé con los números. Y hoy, no sé si por la simple (y cuestionable) gracia de Dios o por una agudísima habilidad que he ido desarrollando con los años, soy incapaz de quedarme inmóvil ante un defecto en la escritura, cualquiera que sea. Si lo hago, es solamente por el intenso choque que me produce verlo. De hecho, he dejado de leer libros por malas ediciones: lo preocupante está en saber que la perfección es un ideal inalcanzable. Por fortuna, mi "habilidad" tampoco es inequívoca. Si bien puede llegar a ser un dolor de cabeza insoportable, no es perfecta.
Pero no entiendo cómo puede haber personas que, después de haber leído a Freud durante años (intenten decir "Schwarzenegger" cinco veces consecutivas y rápido), no sepan escribir su nombre. Lo digo porque las he visto, y no son pocas. Personas que leen bastante más que yo, y difícilmente saben situar una tilde. ¿Es la forma en que aprendieron a leer? ¿Realmente entienden lo que leen? ¿Les preocupa siquiera? ¿Les falla la memoria (lo dudo: la mía no es muy buena)? Tal vez por eso decidí dedicarme a las letras y no a los números. Quedo con más preguntas que respuestas, pero así es la vida. No se puede concluir otra cosa. Además, me quedan seis horas de sueño. Ahí perdonan.
Abrazando a Fito (PDF)
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1 comentario:
Cuando estaba en el colegio, en la clase de castellano el profesor nos quitaba puntaje en las pruebas por las faltas de ortografía. Sin embargo -y por una razón que aún no entiendo- el profesor me dejaba leer y corregir la prueba de mi compañera de banco y mejor amiga hasta ahora, antes de que ella entregara su prueba. Será un tipo de memoria visual, me imagino, aunque a pesar de estar a punto de egresar de la universidad como bióloga, aún escribo eritrocito con ache ("heritrocito"... no hay caso con esta palabra!!!)
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