jueves, octubre 14, 2004

"¿Sube?"

Eso de escribir todos los días puede llegar a ser una tarea pesada. Sobre todo si uno tiene la pretensión de producir textos más o menos bien construidos, porque abundan los weblogs con docenas de aportes diarios cuya estructura gramatical y organización es propia de alguien con problemas lingüísticos y tal vez mentales. Y es difícil convertir la escritura en una costumbre, pero sólo hay una manera de hacerlo: escribiendo. No es necesario que tomemos una actitud trascendental -menos aún cuando estamos cansados. Hoy, por ejemplo, pude formularme una serie de preguntas a partir de la ejecución de una actividad común, del estilo de las relacionadas con el periódico de Mango's.

Si hay un ambiente "público" que me ha fascinado desde que empecé a interesarme por los asuntos comunicativos, es el de los ascensores. Dejando a un lado las excepciones, la actitud y conducta de las personas parece cambiar de forma radical cuando están dentro (o afuera, incluso) de un ascensor. A pesar de ese entendimiento, hay ciertos procederes que no comprendo muy bien. ¿Por qué hay gente que canta en los ascensores, como si fueran duchas o actuaciones que recuerdan a American Idol? ¿Por qué, en el caso de que haya un sistema de signos que indica la trayectoria del ascensor, la gente insiste en preguntarles a los que están adentro si "sube" o "baja"? ¿Están tratando de romper el hielo para empezar una conversación o no relacionan las lucecitas con el funcionamiento de la máquina? Y una vez adentro, es frecuente encontrarse con alguno de los siguientes casos.

Está la persona que alterna la dirección de su mirada impacientemente, en forma cíclica, entre los botones que controlan el funcionamiento del ascensor, el suelo, el techo y la puerta (aunque realmente no haya nada más para mirar, si hay una sola persona). Posible signo de claustrofobia.
Si hay más de una persona, en el caso de que sea un desconocido, se evitará el contacto visual y se tenderá a alternar la mirada entre el suelo y el techo, a menos que usted sea muy conversador o muy intimidante. Pero como lo que nos interesa es dejar a un lado las excepciones, esquivemos esa posibilidad. Si hay un espejo en el ascensor y usted está solo, va a aprovechar para organizarse el pelo, la corbata o algún otro elemento en su cara. Y si hay alguien con usted, compartiendo su encierro temporal, el espejo será tan evitable como su compañía.

Cuando el ascensor se detiene consecutivamente en cada uno de los pisos de la edificación, la tensión del viaje aumenta de manera directamente proporcional a la falta de paciencia. El ocupante de la caja en ascenso (o descenso) empezará a dar golpecitos al suelo con sus pies, a moverse intranquilamente y, en casos extremos, a sudar. Un factor agravante se produce cuando alguien empieza a silbar, tararear o hablarse a sí mismo en el ascensor. Uno se pregunta por el estado sicológico de su acompañante, hasta el punto de temer por su propio bienestar. Suerte para ambos que el viaje no durará mucho.

Cuando el movimiento concluye, las realidades de quienes compartieron ese espacio con una capacidad máxima de diez personas -en promedio- se alejan y siguen rutas aleatorias, habitualmente diferentes. Irán a encontrarse con el mundo real, crudo, con el exterior. Hasta que tengan que subir o bajar de nuevo.

PD. Les recomiendo un weblog joven, que empieza con un tema sobre el que pensé escribir pero no lo hice -un obituario de Christopher Reeve. Es La alegría de escribir (no dejen de verla por el título).

3 comentarios:

loperaja dijo...

Interesante análisis acerca de los tediosos viajes en ascensor. Podría agregar otro elemento interesante. Cuando se viaja con una mujer de bella figura, el espejo puede ser sumamente útil pues refleja la parte trasera de la mujer de tal manera que usted podrá detallarla sin correr mucho riesgo.

Gracias por la popaganda

Sherezada dijo...

Buen tema! Por lo general no me es nada agradable subir (y andar unos cuantos pisos) a un ascensor con más gente, sobre todo si no hay nadie con la personalidad para entablar una conversación con otro de los "subientes" o "bajantes" de manera de escuchar algo de ruido siquiera. Eso de silvar me imagino que es un gesto de nerviosismo y/o incomodidad, y en cuanto a los espejos... sí, hombre, una sí se da cuenta si le están mirando algo en especial... que nos hagamos las desentendidas es otro cuento!

Anónimo dijo...

Posted by Selffish

Por cierto, ya que estamos en el tema de los acensores, bueno, no es que me conste que el comportamiento sea similar en todas las ciudades, pero, ¿no es el metro (de Medellín) casi como un ascensor horizontal? eso de "en el caso de que sea un desconocido, se evitará el contacto visual y se tenderá a alternar la mirada entre el suelo y el techo, a menos que usted sea muy conversador o muy intimidante" me es muy conocido. Alguna vez trabajé en un lugar lejano para el que tenía que tomar el metro y creanme, no importa que tan lleno de gente esté el acensor/metro (hasta unas 300 personas por caja/vagón) todos nos comportamos instintivamente como un bosque de personas empacadas al vacío por la necesidad de llegar a destinos variados.